lunes, 23 de febrero de 2009

EL TESORO ARQUEOLÓGICO DE LA HISPANIC SOCIETY OF AMERICA


El pasado viernes 13 de febrero mi compañera Paloma y yo acudimos al Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares con nuestros alumnos para visitar la exposición titulada “El tesoro arqueológico de la Hispanic Society of America”. El grupo tuvo que dividirse por las dificultades de movimiento de una de nuestras alumnas. Así que mientras Paloma acompañaba a esta alumna en el taxi, el resto (18 alumnos), nos dirigimos a esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad, en el tren de cercanías. Aunque el viaje es largo desde Leganés (una hora y media, incluyendo trasbordos) el camino se vio amenizado por cierto individuo que en el vagón bailaba y golpeaba con buen ritmo su bastón, todo ello previo pago de ciertas monedas.
Desde la estación de tren de Alcalá hasta el Museo Arqueológico hay un paseo muy agradable a través de la calles Libreros y Mayor, por las que se puede ver y visitar entre otras cosas el Instituto Cervantes junto a una preciosa iglesia jesuita, o la casa de Cervantes. Al final de estas calles, y dejando la catedral a nuestra izquierda, nos dirigimos a la plaza de las Bernardas, donde se encuentra el Museo Arqueológico Regional, antiguo convento de los Dominicos de la Madre de Dios y cuya construcción data de los siglos XVII y XVIII.
Con motivo del centenario de la creación en 1908 del Museo de la Hispanic Society, situado a orillas del río Hudson en Nueva York, ha llegado a España por vez primera una parte del legado de la Hispanic Society, creada en 1904 por el coleccionista y amante de España Archer M. Huntington. Decía Susan Sontag con gran acierto en su novela El amante del volcán a propósito de los viajeros ingleses, franceses y alemanes que llegaban a Italia, como es el caso de Sir William Hamilton (el Cavaliere) o Goethe que “Viajar es comprar. Viajar es saquear. Nadie que vino aquí se marchó sin ningún tipo de colección”. Y algo parecido sucedió en el caso de España. Viajeros como Huntington, Bonsor o el bibliófilo y novelista francés Charles Nodier, que llegó a nuestro país en busca de libros antiguos, también se llevaron “recuerdos” de estas tierras a sus países de origen.
El amor de Huntington por España, un joven de familia culta y acomodada, le llegó a través de la lectura de otro gran viajero británico, George Borrow, famoso por su libro La Biblia en España, traducido al español por Manuel Azaña. Así que Huntington vino a nuestro país y lo recorrió hasta llegar a Andalucía, donde entró en contacto con otros estudiosos y arqueólogos, entre ellos el anglo-francés Bonsor, descubridor de la necrópolis de Carmona. A partir de este momento la amistad entre ambos resultará muy fructífiera. Intercambiarán dibujos y estudios y Bonsor podrá publicar numerosas obras a través de la Hispanic Society creada por Huntington. Pues bien, la muestra, pequeña pero enjundiosa, comienza por una introducción al personaje, al coleccionista, a su biblioteca y a los amigos que encontró en España: Sorolla, Galdós o José Gestoso, entre otros. A continuación encontramos expuestas numerosas piezas en bronce, enmarcadas dentro del contexto del edificio sede del Museo de la Hispanic Society en Nueva York, y podemos disfrutar de numerosas fotos de este edificio neoclásico y de su ubicación en la gran ciudad tomadas desde Google Earth.
La tercera parte de la muestra está dedicada a piezas concretas de la colección a las que hay que añadir objetos pertenecientes a colecciones particulares, como la de la condesa de Lebrija, o piezas del Museo Arqueológico de Sevilla. Para terminar la muestra, ésta se cierra con una descripción y mapas de los diferentes yacimientos en los que colaboró nuestro protagonista, y nos ilustra por medio de ejemplos concretos de cómo han sido halladas diferentes ánforas y vasijas, de cómo han sido desenterradas y de su posición estrática. En fin, toda una muestra de lo que ha supuesto el estudio de la arqueología en España en el siglo XIX. Quienes no están iniciados en cuestiones historiográficas piensan que una exposición dedicada, precisamente, a un coleccionista, por egregio que este sea, es algo banal. Muy al contrario, como bien sabemos los que trabajamos en el grupo de Historiografía de la literatura grecolatina en España, tales circunstancias se terminan convirtiendo en argumentos.
Al día siguiente, aprovechando la visita de mi familia procedente de Sevilla, Paco y yo decidimos que sería una buena idea llevarlos a Alcalá, visitar la exposición y el museo y recorrer esta preciosa ciudad universitaria. También pude disfrutar con mis sobrinos del crotar de las cigüeñas en la preciosa plaza de las Bernardas. Al atardecer y para terminar este día tan intenso, nos acercamos a la Casa de Hippolytus a visitar este antiguo colegio de jóvenes.


Maria Jose Barrios
H.L.G.E.

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