domingo, 2 de octubre de 2011

Borges y su Eneida: lágrimas de las cosas

Tras la destrucción de Troya, Eneas y los troyanos arriban a las costas africanas de Cartago, donde está el reino de Dido, y encuentran allí unas pinturas que representan sus desgracias. Borges describe esta escena en su prólogo a la Eneida como un hecho “casi mágico”: “Eneas, prófugo de Troya, desembarca en Cartago y ve en las paredes de un templo imágenes de la guerra troyana, de Príamo, de Aquiles, de Héctor y su propia imagen entre las otras.” Entienden, pues, que aquella tierra no es ajena a la noticia de sus pesares. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE


En este contexto es donde aparece el verso siguiente: Sunt lacrimae rerum, et mentem mortalia tangunt (Aen. 1, 462). Se trata de un verso complejo, considerado el más difícil de la Eneida : “Hay lágrimas de las cosas”. Durante siglos, los lectores de Virgilio se han preguntado qué representa el genitivo rerum con respecto a lacrimae, la palabra de la que depende. Estas “lágrimas de las cosas” pueden dar a entender, metafóricamente, que las propias cosas lloran. Tendríamos entonces la personificación de tales cosas, de las desgracias, y cabría entender el genitivo rerum como subjetivo: “lágrimas de las cosas (que lloran)”. No es la única posibilidad. Cabe también pensar que lo que se llora, precisamente, son tales desgracias, lo que convierte el genitivo en objetivo: “lágrimas de las cosas (por las que llorar)”. De una manera ambigua, cabría entender el verso como sigue: “hay lágrimas propias de las desgracias, y las cosas humanas tocan la compasión”. Espinosa Pólit lo traduce pensando en las cosas como objeto de las lágrimas y convierte cada hemistiquio en un verso:

“lágrimas hay por nuestras cosas, y algunos
que ante la muerte y el dolor se inmutan”

La dificultad convierte este verso en un lugar común para la cita. Borges, sin embargo, no enumera este verso en el compendio de la Eneida que hace para su prólogo, tampoco lo traduce directamente, pero sí nos lo presenta en otro prólogo como ejemplo de verso capaz de comunicar y “tocarnos físicamente”:

“Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar. He aquí un ejemplo de Virgilio:

Sunt lacrymae rerum et mentem mortalia tangunt”

(J.L. Borges, “Prólogo” a La rosa profunda [Obras completas III, Barcelona, 1989, p. 77])

Las dos mitades del verso sugieren a Borges esta doble función de comunicar un hecho preciso (sunt lacrymae rerum) y la de transmitir, cualidad sinestésica del verso, la emotividad como una sensación táctil, pues tango, en latín, es precisamente “tocar”. Pero no debe perderse de vista el hecho de que sea en una obra de madurez, La rosa profunda (1975), donde aparece citado, ni el hecho de que Virgilio vuelva a aparecer otras tres veces en este libro representado en la forma de un ruiseñor, un talismán y una mano que se demora en la seda. Al igual que el propio Virgilio va ganando, si cabe, aún más presencia en la obra tardía de Borges, este verso, en particular, también cobra especial realce, a manera de paráfrasis, en algunos textos, tanto en prosa como en verso. Tenemos un ejemplo notable en el pasaje siguiente:

“Esta noche puedo llorar como un hombre, puedo sentir que por mis mejillas las lágrimas resbalan, porque sé que en tierra no hay una sola cosa que sea mortal y que no proyecte su sombra.”
(J.L. Borges, “Abramowicz”, en Los conjurados [Obras completas III, Barcelona, 1989, p. 467])

De las palabras que componen el verso latino (lacrimae, rerum, mentem, mortalia y tangunt) al menos reconocemos tres en el texto citado (“lágrimas”, “cosa” y “mortal”), sin olvidar que el verbo latino tangere (“tocar”) implica la acción complementaria de “sentir”. El texto asume el verso virgiliano y lo reelabora enriqueciéndolo con otras dos palabras esenciales de Virgilio: la noche y la sombra . Pero donde se plasma, a mi entender, especialmente la fuerza de la paráfrasis es en el poema “Elegía”:

“Sin que nadie lo sepa, ni el espejo,
ha llorado unas lágrimas humanas.
No puede sospechar que conmemoran
todas las cosas que merecen lágrimas:
la hermosura de Helena, que no ha visto,
el río irreparable de los años,
la mano de Jesús en el madero
de Roma, la ceniza de Cartago,
el ruiseñor del húngaro y del persa,
la breve dicha y la ansiedad que aguarda,
de marfil y de música Virgilio,
que cantó los trabajos de la espada,
las configuraciones de las nubes
de cada nuevo y singular ocaso
y la mañana que será la tarde.
Del otro lado de la puerta un hombre
hecho de soledad, de amor, de tiempo,
acaba de llorar en Buenos Aires
todas las cosas.”

(J.L. Borges, “Elegía”, en La cifra [Obras completas III, Barcelona, 1989, p. 309])

Debe hacerse notar la implícita adscripción borgesiana a la idea del genitivo objetivo de que hablábamos más arriba: “lágrimas de las cosas” sería “llorar todas las cosas”, idea que alcanza su expresión más acabada en la paráfrasis “todas las cosas que merecen lágrimas”. El poema se articula a partir de la intensa enumeración de tales cosas, entre otras “Virgilio, que cantó los trabajos de la espada”. Creo que en esta paráfrasis del verso virgiliano cabe encontrar una de sus mejores lecturas. FRANCISCO GARCÍA JURADO

No hay comentarios: