martes, 5 de marzo de 2013

Diario de viaje a Troya


María José Barrios Castro nos envía desde Asia Menor esta preciosa crónica de su viaje a Troya. Ha ido con grupo de estudiantes de su instituto en el marco de un Proyecto Comenius.

Cinco de marzo de 2013. El día ha comenzado muy bien. Me he levantado y, aunque he llegado quince minutos tarde de la hora no me he agobiado. Esto empieza a ser bueno. Tras recoger a los alumnos en la escuela nos hemos dirigido hacia Gallipoli (Çanakkale). No pudimos desayunar en el hotel porque era muy pronto, así que se suponía que nos habían preparado un paquete en el hotel, pero no ha sido así, de modo que he desayunado en el ferry que no lleva a través del Bósforo y el mar de Mármara hacia Asia Menor. Estaba muy ilusionada y el bocadillo caliente tostado de queso y tomate me ha sentado de fábula. Hemos tardado siete horas en llegar a Troya y según íbamos acercándonos estaba cada vez más ilusionada. Los chicos se sorprendían y me preguntaban por qué era tan importante para mí. Yo les intentaba explicar mis lecturas y estudios, pero no entendían. El hecho es que por fin he pisado Troya. Es una de las experiencias más emocionantes e impresionantes que he vivido. Parece ser que para muchos son sólo piedras y ruinas, pero para mí es toda una vida de lecturas, estudio y deseo de seguir las huellas de tantos eruditos. Recordé a Schliemann y traté de imaginármelo excavando y descubriendo su maravilloso “tesoro de Príamo”, ahora en el Museo Pushkin de Moscú. Creo que mi cara debía de decirlo todo, porque mis alumnos y algunos profesores me han hecho fotos. Mientras escribo en la cama mis impresiones no puedo dejar de pensar que he pisado las ruinas de una Troya cantada por Homero, por Virgilio (“Troia fuit”) y por tantos otros. Ahora estoy en un hotel bastante malo de Gallipoli, pero ya no tengo conciencia de ello. Tampoco he tenido conciencia de si hacía frío en Troya, tan emocionada estaba. En un principio estaba previsto que visitáramos Troya el grupo de españoles y polacos, pero Giuseppe, a última hora, ha decidido entrar con nosotros. Sólo los turcos se han quedado fuera esperando. Aunque tenía miedo de hacer esperar a la gente me forcé a mí misma de que no podía ver Troya a tontas y a locas, así que me ido relajando (relativamente) y he disfrutado de mi paseo solitario por las ruinas. Sí, digo bien, paseo solitario, porque en estas fechas no hay apenas turistas y hoy hacía un día soleado espléndido. El hecho es que han tenido que esperarme un poco, pero creo que ha merecido la pena. Hoy dormiré soñando con la colina de Hissarlik y con la antigua Troya-Wilusa. Hasta mañana. MARÍA JOSÉ BARRIOS CASTRO HLGE

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